El
Congreso demostró su catadura reaccionaria en las legislaturas 2011
y 2012 deformando una reforma constitucional para garantizar la
inmunidad y la impunidad de los altos funcionarios del Estado, pero
se estrellaron con el ascenso de las luchas populares que han
logrado: Alcaldías en las grandes ciudades del País incluida
Bogotá; el renacimiento de las luchas estudiantiles y académicas;
la reactivación y renovación de las organizaciones rurales y
urbanizadas emergiendo de los terribles baños de sangre ordenados
por los Señores de la guerra aún vigentes, así la pantomima de la
desmovilización paramilitar del nefasto Álvaro Uribe Vélez
pregonara haberlos neutralizado. Alerta compatriotas, los Señores de
la guerra están agazapados en la sombra de la impunidad y, aunque la
Corte Suprema y la Fiscalía han logrado condenas leves a algunos que
fungían como representantes del Pueblo, elegidos fraudulentamente,
la mayoría siguen activos, los para-empresarios conservan su poder
casi intacto, aunque se tambalea su infiltración en las FFAA por las
fuertes condenas proferidas a algunos de sus crímenes de guerra y la
voluntad aún ambigua del gobierno de hacer respetar los DH, pero
ahora tratan de re-potenciar a los paramilitares que mantenían
camuflados como bandas criminales al servicio del contrabando, el
“narcotráfico” y la minería ilegal.
El
Estado debe garantizar el respeto a la vida, superar la impunidad
casi total que persiste en la mayor parte de las zonas rurales,
neutralizando a los Señores de la guerra, rezago feudal, que siguen
intentando someter a Colombia saboteando los esfuerzos de Paz de las
comunidades y de los gobernantes pragmáticos; persisten en el
exterminio de los líderes populares que los enfrentan e intentan
volver a sembrar el terror en el campo con masacres y asesinatos
espantosos. Estos siniestros parásitos mantienen acaparados buena
parte de los poderes del Estado; llegaron al extremo en el periodo
2002-2010 cuando lograron dominar el poder Central Ejecutivo y el
Legislativo así como en muchas de las regiones. Afortunadamente el
Poder Judicial logró frenar su dominio al declarar la Corte
Constitucional inexequible la segunda reelección de Uribe,
impidiendo que pudieran ser renovados los magistrados por sus fichas
de confianza; aún así en 8 años lograron menguar la independencia
y el compromiso que tenían con la Constitución Política de 1991.
Es
una estupidez que los Señores de la Guerra pretendan prevalecer como
ineficientes latifundistas y contrabandistas mafiosos porque cada vez
están mas desfasados con la nueva época regional progresista, deben
esforzarse por evolucionar a empresarios legales del agro, la
minería, etc. arreglando sus cuentas con la sociedad, es imposible
que vuelvan a exterminar a la oposición que logrará marginarlos del
poder político. Tampoco son capaces ya de forzar una guerra civil
porque no pueden alborotar bajas pasiones como hicieron en el pasado,
hoy el Pueblo es mucho mas culto.
El
Presidente Juan Manuel Santos quiere desmarcarse de los Señores de
la guerra, con los que llegó a aliarse parte de su familia, hace
declaraciones populistas pretendiendo enardecer audiencias que hace
rato dejaron de ser tan ingenuas, hasta llegar al extremo de aceptar
ser traidor de su clase social por buscar la Justicia Social. Pero no
da pie con bola, sometido también a la presión de los halcones del
norte, en pelea abierta con el progresismo demócrata de EEUU, lo
presionan desesperados por su declive global aferrándose a una de
las últimas neo-colonias que pretenden expoliar, cegados de ambición
por nuestra riquezas naturales que solo en menor parte han podido
usufructuar dada la formidable resistencia de un Pueblo que ha
preferido sacrificar a muchos de sus mejores Hijos antes que
permitirlo. El Presidente está entendiendo que llegó la hora de
negociar, si busca la mejor manera puede encontrarla en la fuerza
formidable que está logrado el Pueblo con su creciente madurez y
organización que le exige lograr la Paz con Justicia Social.
No
hay de otra: ¡Negociemos pues! Vean las siguientes propuestas:
Hernán
Pardo Silva